Camino Primitivo a Santiago de Compostela
Cuántos son los caminos que llevan a Roma y otros tantos los que emprenden los peregrinos a Santiago de Compostela. Pero hay uno, y solo uno, que lleva por título el de ser el Primitivo. Y este comienza su andadura en las empedradas calles de Oviedo, capital del Principado de Asturias.
Exactamente a los pies de la Catedral de San Salvador se halla el punto de inicio del Camino Primitivo, el mismo que tomó Alfonso II allá por el siglo IX. Aquel que pasó a la historia como el Casto, tras ser avisado del descubrimiento de la tumba del apóstol, se encaminó a la localidad gallega, realizando la que se considera la primera peregrinación. La singularidad de este camino no solo radica en ser la ruta más antigua, sino también en ofrecer a los peregrinos una experiencia, digámoslo así, más agreste, despojada de las florituras comerciales que adornan otros itinerarios.
El Camino Primitivo se desenreda a través de los verdes valles asturianos. Sin las multitudes de otras rutas, este sendero convida a sumergirse en la soledad contemplativa de sus paisajes naturales. No es un trayecto para aquellos que buscan comodidades “preenvasadas”, ni tampoco para los que prefieren rutas más concurridas. En cambio, ofrece una conexión más íntima con la historia y la espiritualidad del peregrinaje. Y de eso se trata ¿no?
La travesía por pueblinos alejados del bullicio, por praos donde rumien les vaques y bosques donde canten los paxarinos revela la quintaesencia de Asturias. A veces, no hay mejor calma para el espíritu que el repiqueteo de los cencerros y el sonoro trino del raitán al atardecer. A cada paso, se ilustran las razones por las que esta región ye tan perguapa, alejada del brillo comercial que a menudo se asocia con el Camino de Santiago.
Este no es un camino que se venda fácilmente con lemas llamativos; es una invitación a explorar, reflexionar y conectar con las raíces más profundas de la peregrinación jacobea.
Exactamente a los pies de la Catedral de San Salvador se halla el punto de inicio del Camino Primitivo, el mismo que tomó Alfonso II allá por el siglo IX. Aquel que pasó a la historia como el Casto, tras ser avisado del descubrimiento de la tumba del apóstol, se encaminó a la localidad gallega, realizando la que se considera la primera peregrinación. La singularidad de este camino no solo radica en ser la ruta más antigua, sino también en ofrecer a los peregrinos una experiencia, digámoslo así, más agreste, despojada de las florituras comerciales que adornan otros itinerarios.
El Camino Primitivo se desenreda a través de los verdes valles asturianos. Sin las multitudes de otras rutas, este sendero convida a sumergirse en la soledad contemplativa de sus paisajes naturales. No es un trayecto para aquellos que buscan comodidades “preenvasadas”, ni tampoco para los que prefieren rutas más concurridas. En cambio, ofrece una conexión más íntima con la historia y la espiritualidad del peregrinaje. Y de eso se trata ¿no?
La travesía por pueblinos alejados del bullicio, por praos donde rumien les vaques y bosques donde canten los paxarinos revela la quintaesencia de Asturias. A veces, no hay mejor calma para el espíritu que el repiqueteo de los cencerros y el sonoro trino del raitán al atardecer. A cada paso, se ilustran las razones por las que esta región ye tan perguapa, alejada del brillo comercial que a menudo se asocia con el Camino de Santiago.
Este no es un camino que se venda fácilmente con lemas llamativos; es una invitación a explorar, reflexionar y conectar con las raíces más profundas de la peregrinación jacobea.